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Molly Moon y el increíble libro del hipnotismo

 

PRIMERA PARTE (La gran derrota)

 



CAPÍTULO 1 (El mensajero):

La noche del 12 de julio de 1195, un jinete con su caballo se dirigía hacia la vieja casa donde vivían Fernando, un niño de 8 años y, su padre.  El  jinete venía en  nombre  del rey,  Alfonso  VIII.  Al parecer  un  gran  ejército  musulmán  se  dirigía  hacia  Castilla  en  son  de guerra.  El  padre  de  Fernando  tendría  que  acudir  allí,  así  que  le dijo a Fernando que fuera a Miguelturra en busca de sus tías, porque su madre murió cuando él nació.

Fernando vio como su padre se alejaba. Fernando le siguió teniendo cuidado para que su padre no le viera. Su padre entró al campamento del castillo junto a otros guerreros. Fernando se quedó fuera, detrás de un peñalén. Mientras veía como desfilaban los guerreros. El chico tenía mucha hambre porque llevaba tres días sin comer.

 



CAPÍTULO 2 (El castillo):

 Más tarde, vio a un chico de su edad. El gitano se le acercó y le preguntó quien era. Fernando le explicó que su padre había acudido a la guerra, que su madre murió cuando él nació y le dijo haber si le podía dar algo de comer. El gitano se llamaba Curro y le llevó con él hacia un grupo de gitanos donde mientras cantaban y bailaban le dieron comida. Cuando se hizo de noche los gitanos se dirigieron hacia el campamento para cantar y bailar. Fernando se quedó abajo por si su padre le veía.

 



CAPÍTULO 3 (La gran derrota):

 Una mañana, se levantaron sobresaltados. Los musulmanes se acercaban, debían marcharse. Fernando les dijo que se quedaba. Él quería ver a su padre y asegurarse de que no le pasara nada. Los musulmanes y los cristianos comenzaron la batalla. Fernando no tardó en darse cuenta de que los musulmanes iban ganando y algunos de los cristianos gritaban ¡retirada, retirada! Fernando estaba en el peñalén, allí estaba seguro. No estaba cerca pero lo suficiente como para distinguir los rostros de los cristianos. Aunque no consiguió ver a su padre. De repente vio como algunos de los guerreros entraban en el castillo.

Entonces, vio a su padre. Él miraba atrás todo el rato, asegurándose de que no habría ningún enemigo cerca. Sin pensárselo dos veces, Fernando acudió junto a él. Su padre le dijo que se fuera inmediatamente a  Miguelturra en busca de sus tías. Fernando le hizo caso. Mientras se iba, un musulmán se le puso en frente con intención de matarlo. Entonces el padre se puso delante de Fernando. El musulmán bajo la espada, matando a su padre. Fernando se puso a su lado. Sin saber porque cogió la espada y se enfrentó a los musulmanes. Enseguida un cristiano pelirrojo le dijo que se fuera al Peñalén, que en la batalla corría peligro. Pasaron unas horas y la batalla terminó. Los cristianos habían perdido la batalla. Habían sido derrotados. Aquella derrota fue reconocida como la derrota de Alarcos.

 



CAPÍTULO 4 (En el alcázar):

Fernando vio como salían del castillo unos hombres. Estaban hablando de cómo llegar hasta el alcázar de Toledo sin que los musulmanes los descubrieran. Fernando vio a Alfonso VIII. Rápidamente se acercó hacia ellos, se arrodillo y le dijo al rey que sabía un camino hacia Toledo donde los musulmanes no les descubrirían. Uno de los caballeros, era el pelirrojo que había visto en la guerra, era Don Rodrigo de Coca. Don Rodrigo le dijo al rey como Fernando se había enfrentado a los musulmanes. El rey decidió seguirle y le dijo a Fernando que les guiara hasta el alcázar y que cuando llegarían allá sería el paje de Don Rodrigo.

Fernando muy contento y sin separarse de la espada de su padre, les dirigió hacia el alcázar. Cuando llegaron a Toledo, todos habían acudido a recibir al rey, había mucha gente. De repente Fernando perdió de vista a Don Rodrigo y al rey. Se hizo de noche y la gente se fue, él se quedó dentro del castillo. Un soldado le preguntó que hacia allí, Fernando le respondió que había venido con Don Rodrigo de Coca y con el mismísimo rey. El soldado no se lo creyó y le dijo que esa noche dormiría con los mozos de las caballerizas y que por la mañana comprobaría si era cierto lo que decía.

Fernando encontró un rinconcito donde dormir. Se quedó abrazado junto a la espada de su padre. Por la mañana un hombre le echó por encima un cuenco de agua y alrededor había mozos que se reían. Fernando se dio cuenta de que no tenía su espada. Miró a su alrededor y vio que uno de los mozos escondía la espada detrás de su espalda. Fernando gritó que le diera su espada y el mozo se rió. Así que Fernando se abalanzó sobre el mozo, rebotó y calló al suelo. Pero volvió a lanzarse sobre él. Esa vez le había hecho daño y el mozo cabreado fue tras él. Pero tuvo la suerte de que un soldado entró y se llevó a Fernando. Pero no cogió su espada.

El soldado le guió hacia una puerta. El soldado llamó a la puerta y Fernando entró. Dentro estaba Don Rodrigo, a su lado, había un mastín llamado Lucero y también había un monje. Don Rodrigo le preguntó que le había pasado. Fernando le explicó que se había peleado con un mozo de las caballerizas porque le había quitado la espada. Don Rodrigo le ordenó a un soldado que fuera a por la espada. Le explicó a Fernando que fray Mateo le enseñaría a leer y escribir. Fray Mateo pensaba que Fernando tenía dos grandes virtudes, parecía listo y era muy valiente. Don Rodrigo le dijo todas sus obligaciones como paje. Después de habérselo explicado, Fernando se acordaba perfectamente de todo. Así que Don Rodrigo le mandó a que le dieran un buen baño, le cortaran el pelo y le pusieran ropas limpias. Vino el soldado a llevarle donde el baño pero antes le dio su espada y la guardó en un pequeño baúl. Después de bañarle, Fray Mateo empezó a enseñarle a leer y a escribir.

 



CAPÍTULO 5 (Una nueva amistad):

Don Rodrigo llevó a Fernando a que viera como practicaba sus ejercicios de armas. Don Rodrigo estaba practicando contra un caballero. Fernando estaba allí para servirle su copa de limón a su amo. Con un golpe en el escudo de su contrincante Don Rodrigo ganó la batalla. Y miraba todo el rato hacia la esquina del patio donde estaba Nuño, un conocido de Don Rodrigo. Traía en sus manos un arco árabe. Nuño le explicó a Don Rodrigo que los musulmanes habían ganado mucha ventaja con los arcos. Y se apostaron el caballo más veloz de Don Rodrigo en un duelo de arco árabe. Tras varios tiros, Nuño ganó la puesta y se quedó con el caballo.

Cuando iban hacia la habitación, se encontraron con un grupo de damas. Don Rodrigo saludó a una de ellas, llamada Blanca. Al lado de ella estaba una niña de la edad de Fernando, llamada Inés. En el pasillo se encontraron con ellas. Inés le preguntó a Fernando quién era, y Fernando le respondió que el era el paje de Don Rodrigo de Cocas. Inés servía a Doña Blanca.

 



CAPÍTULO 6 (Alarma):

Llegó el invierno y Don Rodrigo se fue a una embajada con el rey de León, Alfonso IX. Como Don Rodrigo no estaba servía un poco a todo el mundo. Fernando fue a la salita de Fray Mateo para que le diera su lección de lectura y escritura. Cuando entró Fray Mateo estaba mirando un libro muy bonito, grande y con estampas de brillantes colores, era de la reina Leonor. Fray Mateo le traía muchos libros. En los cuatro meses ya había aprendido a leer pero despacio. Fray Mateo le estaba enseñando a escribir. A Fernando no se le daba muy bien la escritura y le echó una mancha de tinta a Fray Mateo en el hábito blanco. Fray Mateo fue furioso tras él. Fernando corrió para que no le alcanzara. Cuando Fernando corría, se encontró con Inés. Doña Blanca se había ido a Simancas, entonces Fernando e Inés se fueron a hacer una excursión por el alcázar. Inés quería ir a los subterráneos del alcázar. Inés le condujo por un laberinto de pasillos cada vez más oscuros. Antes, en los subterráneos había prisioneros pero ahora estaban abandonados. Todo estaba muy oscuro entonces decidieron volverse pero justo Fernando vio que al fondo había luz. Fernando e Inés se asomaron en una esquina y vieron que la luz venía de una antorcha. Fernando e Inés se escondieron detrás de la esquina. Los hombres estaban hablando de que ¡iban a envenenar al rey! Inés y Fernando se marcharon de allí, para contárselo a Fray Mateo. Fernando interrumpió su lectura con la reina Leonor para decirle lo que ocurría. Pero solo se lo dijo a Fray Mateo. Fray Mateo se quedó sobresaltado y decidió que tenía que ir a su abadía. Su abadía estaba entre Illescas y Titulcia. Allí los monjes prepararon un antídoto para ese veneno. Tendría que darse prisa antes de que envenenaran al rey en la cena de esa misma noche con la embajada de León. El Fray tenía que coger el caballo más veloz para ir a su monasterio pero, Don Rodrigo lo perdió en la apuesta contra don Nuño.

 

 


CAPÍTULO 7 (La cabalgada):

Mateo y Fernando se dirigieron hacia casa de don Nuño para pedirle el caballo. Después de contarle todo a don Nuño, él sin inmutarse les dejó el caballo. Fray Mateo se dirigió hacia las caballerizas a por el caballo. Mientras Inés y Fernando veían como se alejaba. Inés se fue, pero Fernando siguió asomado a la ventana. Fernando vio como tres jinetes se dirigían por donde se había ido Mateo y uno de ellos gritó ¡es por el camino de Illescas! Por la noche Fernando no podía pensar en otra cosa que en lo que dijo aquel jinete. La voz de aquel jinete le sonaba de algo pero no sabía de que. Hasta que de madrugada Fernando se despertó sobresaltado. La voz de aquel jinete era la misma que la que oyó en los subterráneos. Fernando corrió hacia las caballerizas. Le tenía que avisar a Fray Mateo. Pero el mozo de las caballerizas con el que se peleó la primera noche en el alcázar, le pilló. Fernando le explicó todo y el mozo le ayudó a salir. Por el camino divisó a los tres jinetes y a Fray Mateo. Fray Mateo se defendió y dejó a los tres jinetes K.O. Fernando se quedó asombrado nunca había visto a nadie defenderse de esa forma.

 

 


CAPÍTULO 8 (Salvado):

Fray Mateo le explicó a Fernando que él había acompañado al rabino Benjamín de Tudela en su viaje a Oriente. Allí había aprendido kárate, una lucha que se desconocía en occidente. Cuando llegaron al castillo, la cena había empezado pero el rey no había probado bocado. Así que Fray Mateo dándose mucha prisa le ofreció al rey la bebida para que no le envenenaran.

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